#Postales

Tengo que hablar a Claro.
Ya el solo hecho de saberlo me saca de quicio y me hace esquivar la tarea durante tres días. 
Mediodía. Pleno sol. En casa no hay señal por ningún lado. Con el celular pegado a la oreja y la agenda y una birome en la otra, voy recorriendo lugares mientras tecleo las opciones...4, 9, se corta. Vuelta a empezar, prefijo, código de area y toda esa sanata. Termino en la huerta sentada sobre una piedra junto a las rúculas y las caléndulas. Pienso que justo ahí es un plomo porque me van escuchar los vecinos. No es que tenga que hablar nada muy privado tampoco. Pero yo soy así. No me gusta demasiado el público.
Miro hacia arriba mientras estoy en espera y veo todas esas mariposas blancas aleteando sin parar contra el antigranizo. Pienso en Clara que dice que hay que salvarlas de la huerta porque quedan encerradas y se mueren. Yo le digo que mueren porque deben vivir poco. Él le dice que no se quedan encerradas si no que ahí nacen. Ellas nada. Vuelan. Aletean al calor.
A mi no me atiende nadie. Me da cada momento más bronca.
Se que adentro me espera todavía preparar el almuerzo y me doy cuenta de que es medio tarde. Pero no me importa demasiado. Quiero resolver el llamado de una vez. Igual, sé que no lo voy a lograr jamás.
Nada más.
Un momento.
Una postal.