No traigo un Yo de repuesto ni Recetas Salvavidas /Solo un Crónico lanzarme al Vacío

lunes, 29 de septiembre de 2014

Procesos invisibles

Elijo las lanas.
Pienso los tonos.
Repaso los puntos y los pruebo.
Acomodo los ovillos y me doy cuenta de cómo los mismo colores en distinto orden pueden quedar perfectos u horribles.
Tejo. Destejo.
Deambulo por la casa con un centímetro colgando del cuello y tijeras en el bolsillo de delantal.
El mate acompaña.
Busco trabajar al sol hasta que encandila y me voy a la sombra y al final, adentro.
Vuelvo a empezar.
Mido, anoto, calculo, sumo.
Me equivoco. Me enojo conmigo misma por demás. Me perdono un poco.
LLamo, consulto.
Al final queda tan lindo que me lo quiero quedar.
Vendido.



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miércoles, 24 de septiembre de 2014

Escabeche de zucchinis improvisado

Hace mucho tiempo, en épocas muy muy lejanas, yo pasé algunas temporadas en el sur. Generalmente terminaba parando en casa de Josephine, en su chacra en El Hoyo. Ella, entre otras cosas, me enseñó a hacer el pan y el dulce de leche, a apreciar el té de menta, a cosechar frambuesas a gran escala y a trenzar ristras de ajos y canastos de mimbre. Yo le regalé un collar antiguo de mi abuela, hecho de contornos de nuez.
Hoy aprovecho las nostalgias que me trajo este mate con yuyos que me estoy tomando y  les comparto una de esas otras cosas, una receta que adoro, no solo por lo rica, si no por bella. Y acá, antes que nada, me atajo y les cuento que los zucchinis que yo tenía no me cumplieron la función estética, porque no fueron elegidos con ese propósito, pero son las únicas fotos que tengo, asi que ponganle onda con la imaginación y me perdonan.
El procedimiento es, basicamente, el mismo que para las berenjenas: cortamos en rodajitas la verdura en cuestión, la hervimos en agua con vinagre y un poco de sal hasta que estén tiernas (unos minutos, no más) y luego las acomodamos en frascos previamente esterilizados, alternando con ajo, pimienta y especias a gusto, mientras vamos completando los espacios libres con aceite de buena calidad hasta cubrir.
La diferencia está en las cascaras del zucchini, que tienen esas rayitas y distintos tonos de verdes. Si se acomodan estrategicamente mirando hacia afuera del frasco, se logra un efecto que a mi me recuerda, no sé por que, campos y montañas del norte argentino (donde nunca estuve, pero bue)!
Si los zucchinis son de verdulería o desconocemos su origen, y al igual que cualquier otra verdura o fruta, se pueden remojar, previamente, unos veinte minutos en agua con bicarbonato para limpiarlos de venenos o toxicidades que puedan contener.
Como esta vuelta fue todo improvisado, usé lo que tenía en casa: tomillo, orégano, perejil, ciboulette y ramitas de romero de la huerta. Cebolla en lugar de ajo, y granos de pimienta. Mis zucchinis eran muy claritos, casi sin rayitas y todos del mismo color, así que no quedó tan lindo, pero el primer frasco ya voló en familia y con amigos, sobre tostadas, pan casero, galletas de arroz y ensaladas varias! Si lo hacen, las invito a hacer ronda de fotos a ver como salió!






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jueves, 18 de septiembre de 2014

El ejercicio de ver

Instagram llegó a mi vida de la mano de la buena onda de Clara, que me abrió una cuenta en su celular y me lo presta cuando la tengo cerca, para sacar alguna foto y para ver las de los demás.
Para las que no tienen IG, ésto significa cerrar sesión de su cuenta, abrir la mía, volver a salir, y así y así. Que cuando es tu teléfono es un plomo. La verdad, si soy re honesta, no sé si yo compartiría tan generosamente algo así, tan personal como el celular, con alguien. Claro que la otra cara de la moneda es cuando se enoja porque la retamos o porque está de mal humor y aprovecha la herramienta perfecta para vengarse no prestandomelo. Pero como por ahora sigo siendo más viva y tengo más paciencia, en esos momentos me cuido muy bien de pedírselo. Una vez hasta amenazó con cerrarme la cuenta, pero por suerte entró en razón. Igual si desaparezco, ya saben la probable causa!
Cuando empecé a mostrar mis fotos IG, alguien me comentó que era ideal para mi, que mis fotos siempre habían sido medio IG, pero con cámara. Y la verdad es que si, yo amo IG. Al margen de lo básico, que es sacar una foto de algo que te gustó, que captó tu atención, que destacó en medio del cotidiano y te inspiró a compartirlo y mostrarlo, me parece que es una red social mucho más amena que otras. De hecho a FB ya casi no le doy uso, salvo para comunicarme con mis hijas o con alguien (odio los mails y los evito cuanto puedo) o compartir algo en particular y listo. En IG compartimos recetas de cocina o de tejido, nos deseamos buenos días, nos avisamos cosas, jugamos a los colores, etc.
El tema es que con la emoción de lo nuevo, pasaron los meses y me di cuenta de que mis albums en Picassa de las fotos sacadas con la cámara, estaban prácticamente vacíos. Yo los ordeno por mes, y si, por ejemplo, agosto 2013 tuvo 345 fotos, agosto 2014 tiene solo 26. No es que sea el fin del mundo, ni mucho menos. De hecho, las fotos están en otro album. Pero, aunque mi cámara no sea buena, siempre es mejor que el celular. La cámara implica el ejercicio de ver, de observar, de cambiar algo, jugar a enfocar y desenfocar con el macro, con la luz, y lograr algo más. Sería como el slow food de la fotografía digital. El celular te permite velocidad, minimizar la interrupción de lo que estás haciendo, decir algo a través de una imagen casi como hablando: tres clicks y salió.
Me propuse retomar las fotos con la cámara, entonces, no tanto por el resultado, si no por el proceso en sí.. Bueno, si, justo ahora que tengo menos tiempo que nunca.
Parece contradictorio, pero no.
Es como detenerse y respirar.












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viernes, 12 de septiembre de 2014

Dos minutos seis segundos

Hoy.
Esquivando piedras y bostas de vaca.
Levantando parvadas de tierra seca del camino.
Con el sol de lleno en contra.
Asustando bandadas de loras.
Sin cuadras pero con cronómetro.
Con una piedrita en mi zapatilla izquierda.
Invocando todos mis genes vascos.
Después de media hora de caminata rápida y antes de otra media hora de vuelta en subida.
Hasta que me quedé sin aire.
Corrí.

[Esta entrada es casi una consecuencia directa de ésta otra. Gracias Marina!]

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miércoles, 3 de septiembre de 2014

Normal

Estoy tratando de volver a la normalidad.
Claro que me iría demasiado mejor si pudiera saber qué es lo normal.
Lo normal sería la casa ordenada y un poco limpia, las caminatas temprano, la música en Spotify, el pochoclo a las seis de la mañana, la ropa guardada y algún almácigo.
Lo normal cambia, muta, se transforma. La velocidad del cambio aumenta, ya no es constante y apacible.
Si da vértigo, hay que agarrarse fuerte. O mejor, dejarse llevar.
Lo normal ahora es las agujas de tejer y metros de ochos y santa claras brotando de mi manos mientras series en Netflix; el lavadero como ropero comunitario donde la ropa sale de la soga y ahi queda hasta que alguien se la quiera poner y luego vuelve sucia para ser lavada; los remedios de la perra, los de las muelas de él, los de la bronquitis de Clara, que son todos naturalidades variadas; con suerte, una tarta de atún; el mate.
Lo normal mañana, quién sabe.
Mientras tanto se fue agosto y no sé si no sentirme aliviada de dejar atrás un mes que no puedo contar en semanas o días si no en visitas a la veterinaria y noches de insomnio, que lamentablemente aun no terminan.
Por suerte, si respiro un poquito también hubo ésto y  más:

 [Mujeres que...]

 [Siestas]

 [Vuela vuela...]

 [114]

 [Amor]

 [La vida por metro]

 [Un día tan pero tan lindo que ni te explico]

 [Seelvana, presente]

 [Va queriendo...]

 [Hace más de un mes y no puedo leerlo]

 [Mi amiga dice que me quedan lindas las canas...las que??]

[Lo bueno de tener hijas mujeres]
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