No traigo un Yo de repuesto ni Recetas Salvavidas /Solo un Crónico lanzarme al Vacío

miércoles, 29 de abril de 2015

Hijas

Que me río demasiado.
Que tengo cara de orto.
Que no paro de hablar.
Que no las saludé bien.
Que les estoy encima todo el día.
Que no les doy bola.
Que lo único que hago es cocinar.
Que no hay nada para comer.
Que no silbe. Que no cante. Que no hable.
Que por que no les atiendo el teléfono.
Que me hago la víctima.
Que las peleo sin parar.
Que las aturdo.
Que estoy callada.
Entre otras cosas.

Igual yo sé cuanto van a extrañar algún día irse a dormir los domingos a la noche y que los sueños se les vayan llenando del olor del pan mientras se cocina en el horno para el desayuno.
Entre otras cosas.





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miércoles, 15 de abril de 2015

56 grannys

Para cuando volvió la luz el segundo termo de mate ya me había quedado vacío.
La tormenta todavía nos rondaba, seguía siendo temprano, según el calendario otoño, y lo que entraba por la ventana era más penumbras que otra cosa.
La noche anterior había terminado de emprolijar los cuadraditos de crochet de la manta de turno y me moría de ganas de empezar a unirlos.
La mantita que estoy tejiendo, un pie de cama de dos metros cuarenta, en realidad, es para una compañera del secundario a quien no veo hace años, pero nos seguimos en IG y FB y fue parte más que importante de mi vida, en ese momento maravilloso que es la adolescencia.
Cuando tejo para desconocidos o me encargan para revender, o sea que no hay manera de saber donde terminará el trabajo, es como tirar botellas al mar. Cada puntada, cada nudito, cada fragmento de tejido que avanza, se va entretejiendo también con mis pensamientos, con mi matecito bajo el damasco, con el sol, la música y el pasto, con mis apuros e interrupciones, etc. Siempre que tejo voy pensando en esas cosas que quedan todas impregnadas en la lana, enredándola de un poquito de mi vida antes de irse a seguir su camino. En cambio cuando tejo para alguien que conozco y que aprecio, el mensaje es más directo y se transforma en un especie de abrazo mutuo. Puedo imaginar la mantita cubriendo y abrigando en invierno, dando color y tibieza por las noches y aportando alegría y cobijo al despertar.
Tal vez son fantasías mías. Tal vez no.
Creo en la intención. Mucho. No intención como algo que quisimos hacer y no nos salió.
Intención como el mensaje oculto y sereno que quizás sea el alma de ese tejido. Lo que le dé cierto carácter particular.
Lo que lo haga un poquito más único.
Va con todo mi amor.




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viernes, 10 de abril de 2015

La japonesa

El lunes hubo asado/ truco de hombres y yo me quedé en casa con dos hijas y una olla de puchero. Clara tenía tarea y Anita estaba haciendo trámites on line para su viaje; no daba hacer noche de peli las tres en el sillón, así que en un arranque de encontrar algo para hacer, y supongo que un tanto sugestionada por la influencia de la japonesa que anda revolucionandolas a todas con su promesa de orden mágico y eterno en los hogares, me dispuse a ordenar el cajón de las remeras de él. 
Yo ya entendí que la japonesa dice que hay que hacer todo de una vez y sus razones tendrá; no sé cuales, porque no tengo el libro y tampoco me lo pienso descargar porque debería ir al oculista no me gusta tener pegado el culo a esta silla más tiempo del necesario. Pero yo no tenía toda la noche, ni todas las ganas y la verdad es que a mi, hacer esos ordenes de vez en cuando, me relaja, me hace bien, me conecta con mi casa y conmigo, y la sensación de victoria que me queda al terminar y que es como si hubiera alcanzado la cima del Everest, no la quiero dejar de sentir.
Conclusión, necesito cultivar cierta cantidad de desorden, para poder después ordenarlo.
Lo siento, japonesa.
Habiendo captado la idea de que la regla es TODO VERTICAL, ataqué el cajón. Tiré todas las remeras sobre la cama, las volví a doblar a la manera propuesta, las perfumé con Hortensia Lopez Aromas, y las acomodé una por una donde estaban antes. Solo tiré dos. Tirar las remeras de mi marido no es tarea fácil, porque cuando no están aptas "para salir", pasan inmediatamente a la categoría "para trabajar" y de ahí a la categoría "trapo". La tercer categoría por suerte ya no está dentro de mi jurisdicción y solo me tengo que hacer cargo de hacerla llegar a su taller, o guardarme una para la cera de los pisos. Bueno, el tema es que de un cajón que rebalsaba remeras, ahora sobra espacio como para meter varias más. Y cuando digo varias, quiero decir muchas.
Solo había que origamizar un poco la cosa. No sé, digo. Punto para la japonesa.

 [En la foto no se ve pero entre la tercer fila y las otras quedó toda una hilera vacía]

[Las tuve que acomodar para que no se cayeran, de tanto espacio que de pronto sobró!]

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*La japonesa es Marie Kondo, con do dedo de frente  y es muy linda y está en Google y en YouTube.

martes, 7 de abril de 2015

#postales

De entre los millones de trámites que me veo obligada a hacer ultimamente, la semana pasada hubo uno que implicó esperar sentada en una silla a que nos atendiera la nueva kinesióloga de mi hija.
La silla, incomoda. El lugar, aburrido. Él, a mi lado, hojeando una revista. Hija, enfrente, embolada. Yo, más. El tiempo, demasiado lento.
A mi izquierda, un ropero medio antiguo, y sobre la parte de arriba, macetas con plantas. Las estuve mirando un rato hasta que mi cerebro, luego de escanear la situación, detectó la que me faltaba en casa y se podía hacer de gajo. Con un simple estirar el brazo, corté una puntita y la guardé en la canasta del tejido. Los ojos de Clara de agrandaron como platos. No me queda claro si le di extrema vergüenza, asombro, o una mezcla de ambas cosas. Probablemente pensó que lo que hice es plenamente incorrecto. Para mi, nada más natural que reproducir la flora y la botánica y contribuir a su dispersión por el planeta.
Digamos que lo hice por oxigenar los aires. Y embellecer mi casa, claro.


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