A veces, de a dos

Está tan cansado que se apoya dos minutos en el sillón y tarda medio más en quedarse dormido. Me parece bien. Eso es porque nunca equilibra las cosas y trabaja sin parar ocho años seguidos sin vacaciones ni fines de semana arrastrándonos a todos en esa extraña locura. Por eso mientras él duerme yo barro las hojas del otoño en mi galería y protesto contra las leñas que dejó tiradas y que la perra desparrama, mientras canto el viento me confió cosas, que siempre llevo conmigo, y voy pensando en el almuerzo y en tejidos y en el celo de Serafina. Esta mañana se quedó en casa. Ahi, en el sillón. Se levantó a las seis conmigo porque le tocaba a él llevar a los chicos del barrio al cole ésta semana, y si no pone unas brasas debajo del carter del auto, no arranca. De paso avivó los fuegos y se tomó el té que le hice. Fue y volvió. A las once y veinte me pareció too much y le sugerí que me acompañe a llevar unos panes a la vecina. El día más frío del año, pero bañado en sol. Caminamos emponchados y enguantados, con la canasta de panes que después volvió llena de leñas. El tenía frío y siguió. Yo estaba bien, asi que me entretuve cual Caperucita juntando todas las ramitas que encontré a mi paso, y pensando en cuánto me lo iba a agradecer a mi misma más tarde cuando tuviera que prender la cocina.  Después compartimos el pomelo más rico del mundo y a falta de yerba y harta de té, tomé yo sola un inmundo brebaje con gusto a gelatina diet de manzana, llamado Yerbamate Cormillot, que les ruego nunca nunca compren, por favor! y que está en mi poder por puro error, porque él no diferencia el paquete del de Cachamate. Y así, y así.....