Esas magias sorprendentes

Ayer me la pasé todo el día cosiendo botas navideñas de paño. Al atardecer ya estaba casi bizca y con las yemas de los dedos medio anesteciadas de tanto pinchazo. Había llovido la noche anterior y el aire estaba bien fresco, como a mi me gusta. A él se le ocurrió a ultima hora salir a juntar damascos de un árbol que tenía visto por ahí. Con la escalera y un tupper partimos él, Clarita y yo. Cuando llegamos resultó que el árbol no estaba tan lleno y los damascos que tenía tampoco estaban muy a punto. Además unos perros empezaron a ladrar demasiado.

Mejor buscamos otro árbol, dijo él.

Dimos vueltas hasta que encontramos uno enorme y cargadisimo. Damascas, les dicen acá cuando el fruto es más grande. Pero el árbol asomaba por el cerco desde dentro de una casa. No se puede, dije yo, sigamos buscando. No, vamos, dijo él, no pasa nada (que es su frase celebre!). Que me da verguenza, dije yo. A mi no, él.

Y ahi no mas escucho que esta pidiendo permiso a un hombre que se asomó a ver en que andabamos. Bueno, resulta que el buen señor, nos invito a entrar  porque los mejores damascos estaban adentro en otro árbol!

Clarita en cinco segundos estaba en la punta juntando a cuatro manos, y él no paro de decirme, viste, es la intención; es la intención,  por el resto del dia!!!

Esta mañana a las siete ya estaba yo cortando los damascos, y unas horas mas tarde, ya tengo el dulce envasado y enfriandose boca abajo.

Como dice Ray Bradbury, envasar un poco de verano, para saborearlo durante el invierno. Si llega!