Caminar para arriba

Muchos ya saben que a mi me encanta salir a caminar. Trato de salir lo más seguido que pueda, aunque a veces me tocan temporadas de abstinencia, ya sea porque me vence la fiaca, o porque demasiado trabajo, o mucho frío o lo que sea.
Por lo general prefiero ir sola, porque llevo mi propio ritmo y nadie me habla ni espera que le hable.
Pero si había una deuda  pendiente en mi vida, era salir a caminar con él.
No sé por que, pero nunca quiere. Lo más que puede acceder es a ir hasta el río acá  a unas cuadras y volver. Un plomo. Que está cansado, que no tiene tiempo, que no necesita. Andá a cagar.
Por eso casi que me caigo de culo emoción ayer cuando me propuso que fuéramos en auto hasta Los Cocos y de ahí para arriba por la montaña hasta El Mástil.
Un almuerzo liviano, dejar todo en orden, y partimos. Por suerte el día acompañó: ni mucho frío ni mucho calor, y nada de viento.
La caminata es toda para arriba. Subir y subir y subir. Obvio, porque adonde vamos es a la punta de la montaña. Admito que en un momento dudé si seguir, total ya estábamos casi arriba, pero dos minutos de descanso me despejaron y me hicieron ver lo ridículo de llegar hasta ahí y pegar la vuelta sin llegar.
La genia de Clarita me prestó su celular, así que me dediqué a saturar Instagram con todo mi periplo. Lo siento, pero ni ahí me pensaba contener!
Prometimos tratar de repetirlo todos los domingos.
Veremos.
Por lo pronto, agradecida a más no poder.