Bueno, si mi diciembre venía siendo cero diciembre, mi veinticuatro y mi veinticinco obvio que de navideño no iban a tener mucho. Para empezar mis dos hijas menores están recién empezando a salir de una especie de bronquitis aguda que no nos dio tregua durante casi dos meses. Me cansé de rallar jengibre, contar gotas y globulitos, lavar medidores de jarabe, picar cebollas, rogar por conseguir un poco de miel, y volver a empezar. Al final, caí yo, y desde el domingo pasado estoy con fiebre, lo cual quiere decir que sigo haciendo lo mismo, solo que para tres.
El tema del arbolito lo saqué a colación tres veces: dos a Clara, que se entusiasmó hasta que le expliqué que lo que le estaba sugiriendo era que lo armara ella y me dijo que ni loca, y una a Ana, que directamente no me contestó. Porque ante todo viva el espíritu navideño, carajo!
Sin embargo el veintitrés a la tardecita a Clara algo le hizo click y me pidió de armarlo, asi que me fui al garage a buscar las cosas, que oh sorpresa, estaban totalmente fuera de alcance detrás de materiales de la obra, inamovibles. Por suerte ahí no más estaba el arbolito heredado de mi suegra con seis o siete adornos y mi guirnalda para la puerta, que con mucho entusiasmo pasé a redecorar con camellos de plástico y otro montón de aberraciones navideñas hasta que quedó de mi agrado. De ahí huí directo a la cama, y gracias a dios al día siguiente y más temprano de lo que esperaba, llegó Abril de Cordoba, mi hija la que pone orden, la que organiza la mesa, el horno, el mate, y entiende mi idioma de cocina mejor que ninguna. Da instrucciones precisas mientras corta una ensalada y además te lava los platos y te dicta el menú. En fin, la energía que faltaba para completar mi panorama familiar perfecto y equilibrado.
Fue una Noche Buena tranquila, alternando la lista que me hizo Anita, con vinilos y discos de jazz de mi viejo, con una comida increíble que cocinó él, con chistes y anécdotas variadas, y con noticias de las mejores que nos visitaron empezando la madrugada, cuando ya casi todos nos estábamos yendo a dormir.
Cómo amanecí, mejor no les cuento. Pero aunque este veinticinco no tuvo nada de lo que suelen tener los veinticincos, salvo las sobras, la mayonesa y la sidra, no por distinto fue feo.
Pude disfrutar por dos días de la familia entera en casa. Y cuando digo familia estoy sumando a dos novios de hijas que hacen que seamos un buen montón demasiado alborotado y generalmente todos tratando de hablar a la vez y al mismo tiempo.
Estuve vestida y peinada, chinchineando con mi copita en la mano como las buenas costumbres lo indican, pero cuando se fueron los que se iban, me agarré bien fuerte a mi taza de té de jengibre y me arrojé en la cama, desde donde escribo, y donde pretendo quedarme hasta nuevo aviso.
Porque, ahora que me doy cuenta, todavía me estaría faltando el #31
[Un intento frsutrado de hacer las famosas tarjetas navideñas; solo llegaron a dos y fueron para novio y para abuela. Seguiremos participando el año que viene.]
[Lo primero al abrir la caja fue buscarla aspiradora y hacer desaparecer arañas, porque si no la creatividad no fluye, vio?]
[Plenamente satisfecha con mi corona navideña 2014 El año que viene le mando el zoo entero y le cuelgo cartelito de GreenPeace]
[Este año no nos inspiramos mucho con la mesa, pero por suerte a veces, menos es más]
[Sin ella y su energía poderosa, esta Navidad no hubiera tenido ni #24 ni #25!!]
[Crumble de ciruelas con helado, quería ella. Yo solo le di la receta.]
[Siesta obligada con mi princesa]