Cuatro minutos mágicos

Hasta hace un año y miedo estábamos viviendo casi en el campo: calle de tierra, poquísimos vecinos, monte, altísimos eucaliptos....y nidos (condominios) de loras. Las loras se especializan en tener  un afán obsesivo por construir peor que el que tiene  mi marido, para lo cual se la pasan sobrevolando el terreno acarreando ramas de espinillo de aquí para allá. Y ocho de cada diez veces,varias de esas ramitas se caen. Sus largas espinas viven luego, en su mayoría, clavadas en las suelas de nuestros crocs o zapatillas, torturandonos cada tanto, y el resto permanecen escondidas entre el pasto o tierra esperando clavarse en algo que les pase por encima. Es por eso que las bicicletas que los abuelos les regalaron hace muuuuchos años a mis hijas para un día del niño, las dos grandes y la chiquitita con rueditas para Clarita, quedaron abandonadas en algún rincón, medio oxidadas, pinchadísimas y con cara de reproche desde entonces. Conclusión, que Clara a los once años, no sabía andar en bici! Tremendo!!

Para su cumple, él y yo nos obligamos a ponernos las pilas con este asunto, y llevamos a arreglar las dos bicis grandes, que hoy en día le van a la medida a ella.

El domingo siguiente al festejo, él se la llevo a la calle, la subió a la bici y la hizo pedalear, empujandola por detrás. Yo ni me dí cuenta de que habían salido, por suerte, porque seguramente habría empezado con "Cuidado" "Que se puede caer" " Sostenela" "Soltala"..etc etc... 

Me contaron que tardó cuatro minutos en andar sola a toda velocidad!!!

Desde entonces no se baja de la bicicleta a ninguna hora. Es lo primero que busca por la mañana, todavía en pijama, antes del desayuno, y lo primero cuando llega del colegio. 

La bicicleta le cambió la vida. 

Y a mi.

Que mas vale que me deje sorprender mas seguido por la fuerza interior que tienen mis hijas, y aprenda a soltarlas cuando es debido, y que cambie el miedo por asombro y me abra y las vuelva a parir una y otra vez, y todas las que haga falta.